Persus Diógenes Nibaes Morrizon, Antipoeta, Cuentista, Novelista.

Thursday, January 24, 2008

La Floresta, capítulo VIII, "Un Mar de Gente"

Una noche, mientras Giseo le acariciaba el cabello le dijo.¿Amor, éstas despierta?
-Sí, miro las estrellas. ¿Y tú, en que piensas?
-Pensaba, en que ya casi tienes los planos listos de la segunda pirámide de papá...
-Sí, será la pirámide matemáticamente perfecta.
-Pensaba en que podías diseñarme una pirámide también, algún día deberé tener mi propia pirámide.
-¡Que buena idea!- lo haré con mucho gusto.
-Gracias.
-Pero la idea, es que tú no veas los planos, voy a trabajar en ellos mientras tú sales a terreno. ¿Esta bien?
-¡Esta perfecto mi amor, te amo! - y se besaron felices. Luego de un rato, Giséo se durmió, Aurea podía ver las estrellas en la ventana, le quedaban pocos días, en cinco días más se debía ir.
Se sentía tan mal, por que tenía el amor de su vida entre sus brazos, que dormía junto a ella, lo amaba tanto, pero sabía que si no volvía sería peor, que eso le costaría el cargo a al profesor Angular y a Cateto y Oblicuo. Y sabía, que si no volvía, tal vez vendrían por ella para castigarla y eso sería grave, no podía exponerse a eso, ni menos a Giséo, ni a toda ésta gente.
De pronto una sombra se cruzó por la ventana, sintió miedo, pero no se atrevió a despertar a Giséo, luego la sombra otra vez. Se levantó, Giséo dormía profundamente, de pronto la sombra mientras ella miraba en el balcón, la tomó por detrás y le tapó la boca.
-¡No trates de gritar! No quiero matarte, pero sino te vas pronto, te juró que lo haré- dijo la sombra, la soltó y salió corriendo. Aurea, pegó un grito y se puso a llorar. Giséo se despertó.
-¿Qué pasa amor?
-Nada, sólo tuve una pesadilla-
Giséo vio una sombra pasar por abajo del balcón, buscó su puñal que estaba junto a sus ropas y salió al borde del balcón a ver que era eso. Aurea buscó el traje epidérmico y lo activó rápidamente, no lo usaba desde la segunda noche que llegó, hacía tanto tiempo atrás. Giséo volvió con las manos vacías.
-¿Qué paso amor, cuéntame?
-Nada, sólo tuve una pesadilla.
-No me engañes, yo vi algo afuera.
-Sería un gato, volvamos a dormir- terminó de decir ella y se acostaron.
Aurea no pudo conciliar el sueño. ¿Quién sería? ¿Por qué le tendrían tanto odio? Pensándolo bien, debe ser alguien enviado por Hercarta y su padre, para asustarla y obligarla a irse. El Sol salió, cuando Giséo despertó la besó y la invitó a pasear, era un día de descanso. Pasearon por el río y llegaron hasta el lugar donde se conocieron, por ese lugar no transitaba nadie, Aurea no se preocupó por la nave porque estaba lejos del río, cerca de ella no había huellas de las que dejan las caravanas en el desierto, por las noches, esos lugares eran el festín de los chacales.
Durante la noche Aurea apareció en la alcoba con unos rollos de papiro.
-Te tengo un obsequio- dijo escondiendo los rollos tras su espalda.
-¿Qué es?
-Toma, es el mejor regalo que te puedo hacer- y se los entregó y los extendieron, eran los planos de la gran pirámide de Giséo. La cual sería la más grande de las pirámides construidas por los egipcios, con ciento cuarenta y seis metros de altura, Aurea se preocupó que la pirámide de su amado, sea mucho más especial que las pirámides de Snefru o de las construidas por las anteriores dinastías.
Estando en el taller, Aurea pensó que era importante que la pirámide de Giséo, tuviera cosas muy especiales, así es que buscó entre los libros astronómicos de Giséo y calculó la pirámide de acuerdo a ciertos datos astronómicos.
Por ejemplo, la altura de la pirámide, mucho más alta que las demás, es la distancia de la Tierra al Sol en perihelio.
Sobre la base de los estudios egipcios, relacionados con el poder rejuvenecedor de la forma piramidal sobre enzimas y hormonas, Aurea estimó que el ángulo de inclinación de los costados sería de cincuenta y un grados y cincuenta minutos, era el que ejercía el mejor comportamiento rejuvenecedor sobre enzimas y hormonas.
Pero Aurea también quiso, en ésta pirámide, rendirle tributo al dios Hapi, tan querido por los egipcios y que mejor idea que construir una pirámide en forma de agua. Así es que por su proporción y ángulos, la pirámide sería una versión a escala de una molécula de agua.
La gran pirámide de Giséo, en si, sería un monumento al Nilo.
-Tu pirámide, tendrá un revestimiento calcáreo de granito, lo que la hará más hermosa que cualquier otra.
-¿Más hermosa que tú?
-Además mira, desde la cámara del rey, existe un ventilador ¿Ves?
-Sí, aquel.
-Ese ventilador apunta justo a Sirio, la estrella que tanto te gusta.
-Eres genial.
-Además tu pirámide, contiene muchos de tus datos de años de investigación, acerca del radio polar, la densidad de la tierra y cuando construyas la cámara y tu sarcófago, te encontrarás con grandes sorpresas.
-Te amo.
-Yo también te amo, te tengo otro regalo, mira. -y le entregó un collar con un inmenso diamante azul.
-¡Aurea! ¿De dónde sacaste esto?
-No preguntes, sólo quédatelo, veras que tiene propiedades increíbles, ayer estuve preparando a Ostris, para que aprenda a usarlo, ustedes tienen un gran espejo corvo de cobre, deben apuntar al Sol justo en el centro y proyectar el rayo sobre el diamante, pero debes tener mucho cuidado, el rayo al pasar por el diamante puede cortar cualquier cosa.
-¿Cualquier cosa?
-Sí, granito, piedra caliza, mármol, dierína, lo que tú quieras.
-Gracias amor, ¿Pero estás hablando como si te fueras a ir?
-No digas eso.
-Es verdad, ¿Por qué no me cuentas todo? ¿De dónde eres realmente?
-¿Recuerdas cuando yo quería saber del Heb-sed?
-Sí.-Bueno, ahora es igual, no te lo puedo contar aun.
-Entiendo, ¿Pero algún día lo harás?
-Eso espero- terminó de decir Aurea y se abrazaron, apagaron todas las luces y se acostaron, Giséo se durmió, Aurea le acarició el cabello.
Sentía tanta tristeza, que era imposible ocultarla frente a Giséo. Todo por lo que ella había luchado siempre, estaba entre sus brazos, todo lo que quería,pero no podía quedarse.
Al otro día, Aurea le pidió a Giséo que la acompañará a un sector pantanoso del río.
-¿Para qué quieres ir allá?
-Sólo acompáñame amor. – dijo, y se dirigieron al lugar, Aurea buscó entre unas plantas y recogió unos caracoles y los guardó en una cajita.
-Son lindos ¿No?
-¿Qué haces, con esos caracoles?
-Quiero criarlos como mascotas...
-¿Mascotas? Los halcones son mascotas, los gatos ¿Pero los caracoles?
-Sí, ¿sabes algo de ellos?
-Sí, bueno...
-¡Cuéntame!- y mientras Giséo le contaba todo lo que necesitaba saber acerca de los caracoles, sus conductas de reproducción, sus dietas, la duración de su vida, etcétera, volvieron al palacio y se dirigieron a la alcoba.
-Eres tan extraña.
-¿Por qué lo dices?
-Sí, es que sabes tantas cosas, y te interesa saber tantas cosas nuevas además...
-Siempre he sido así.
-Pero los estudios que tienes no se aprenden en cualquier lugar, tu pueblo debe ser muy sabio, muy antiguo, todas esas cosas no las has aprendido sola.
-No, la verdad es que no.
-¿Y nunca me dirás nada?
-Lo siento.
-Pero si tu sabes que yo haría cualquier cosa por ti.
-Si amor, pero no me presiones, piensa que si me tengo que ir, ya tengo suficiente dolor con dejarte.
-Pero ¿Por qué?- Giséo se disgustó.
-¡No me grites!
-Disculpa, pero ¿Por qué tienes que irte? ¿Y quiero saber cuándo será?
-En tres días más.
-¿Tan pronto?
-Sí, así debe ser.
-Supongo que volverás...-
Haré lo imposible, pero no puedo asegurarte nada.
-¿Pero qué puede ser más grande que todo esto que yo te entrego?
-No es eso.
-Entonces amas a otro.
-Tampoco es eso, tonto.
-No entiendo nada.
-¿Realmente quieres saberlo?
-Es lo único que deseo, si es necesario, enviaré tropas, ejércitos a luchar porque vuelvas.
-¡No puedes enviarlos a otro planeta!- y Giséo la miró y quedó helado, luego comenzó a reírse.
-¿Me dices que eres de otro planeta?
-Sí, esa es la verdad, y más no te puedo decir.
-¿Es que una mentira vale más que la verdad?
-No es mentira.
-Me has decepcionado- dijo Giséo y se fue, Aurea quedó triste, pero no podía hacer nada, nunca había sentido esa pena antes.
Giséo se fue a la ciudad y se emborrachó con sus viejos amigos, que todavía celebraban, todos aun celebraban.
Por las calles llenas de ebrios, a veces se olvidaban de apagar las velas y se volcaban, provocando incendios y había muchos accidentes y heridos, aun así la celebración continuaba.
Aurea, luego de un rato, salió a buscarlo por todo el palacio, pero no pudo encontrarlo.
No quiso ir más allá por miedo a que le hagan algo, luego volvió y se acostó.
-¡Estoy enamorado!- Les dijo Giséo a unos de sus compañeros que estaban ebrios.
-Futuro Pharaes, ¿Tienes roto el corazón?
-Sí, el amor es lo peor.
-¿Y quién es ella? los hemos visto, pero nadie sabe de dónde es.
-Dijo que era de otro planeta- y todos se burlaron de él.
A esa hora ya no podían sus cuerpos. Giséo como pudo volvió al palacio, entró a la alcoba de Aurea, y se acostó.
Por la mañana despertaron juntos.
-Nunca más hagas eso.
-¿Por qué, si igual te irás?
-No seas cruel.
-Esta bien, ya no hablemos del tema.
-¿Dónde estuviste?
-Bebiendo.
-¿Dónde?
-En el pueblo, con unos amigos.
-¿Amigos? No sabía que el futuro Pharaes podía tener amigos.
-Sí, serán mis futuros sacerdotes.
-Quiero que sepas que te amo.
-Yo también te amo- y entre arrumacos y besos, se olvidaron por un momento.
Durante el día, trabajaron normalmente, pero Aurea no podía ocultar su tristeza.
Al día siguiente, Aurea enseñó a Giséo y Ostris el uso del gran diamante. Ostris, puso en posición al espejo y Aurea apunto el rayo del diamante a un bloque de piedra caliza, el rayo lo cortó limpiamente en dos, sin dejar huellas, luego era imposible pasar un cuchillo entre los cortes.
-¡Es perfecto!- dijo Ostris
- ¿Dónde lo obtuviste?
-Me lo regalaron en un pueblo minero- le respondió y miró a Giséo, él bajó la cabeza y se acercó a ella y la besó.
Esa noche se reconciliaron. Giséo sirvió un vino y Aurea bebió gustosamente. Conversaron y se amaron tranquilamente, todo era perfecto, podía ser así siempre. Después de muchas horas Giséo se durmió, Aurea lo besó y comenzó a llorar, sus sollozos eran para adentro, nadie debía escucharla.
Mientras Giséo dormía, Aurea lo besó en la frente y se levantó, era plena noche, se sentó frente al espejo, se maquilló y se vistió con el hermoso traje que llevaba puesto la noche del río.
Se miraba al espejo y mientras se maquillaba lloraba desconsoladamente, el maquillaje se le movía con las lágrimas. Giséo parecía que se iba a despertar, pero seguía durmiendo.
Aurea se sentía muy mal, se acercó a él, lo miró por última vez, lo besó y le dijo muy despacio “Te amo, siempre te amaré”.
Tomó su cajita de luz, activó el traje epidérmico y guardó los caracoles.
En el palacio todos dormían excepto en los aposentos de Snefru, donde se escuchaba risas y música, pero nadie se dio cuenta que Aurea salió.
En la puerta tomó dos antorchas, corrió por el camino junto al río, hasta que no pudo más, cuando ya desapareció el palacio de su vista, descansó.
De pronto sintió ruidos, sombras, muchos ruidos a su alrededor, de pronto un chacal comenzó a ladrarle, Aurea se defendió con las antorchas y comenzó a correr, los chacales la seguían, pronto se vio envuelta en chacales.
De pronto se escuchó un grito, era Ostris, que la había visto salir del palacio, y cuando vio que se perdía en el desierto la siguió, los chacales se alejaron de ella pero pronto volverían.
-¿Quién es?- preguntó Aurea en la oscuridad.
-¡Soy yo, Ostris!
-Gracias a dios..
-¿Qué está haciendo?
-No puedo explicarte pero gracias por tu ayuda.
-¿Se está escapando?
-No puedo decirte nada, tan sólo prométeme que cuidarás de él.
-Déjeme llevarla al palacio, si sigue hacia el desierto, sólo será devorada por los chacales.
-No, tengo que ir un poco más allá, vigílame desde aquí- y comenzó a correr, los chacales la seguían y también Ostris, de pronto se perdió de la vista de él.
Los chacales eran muchos, cuando justo encontró la nave, los chacales estaban entre la nave y ella, pero Aurea recogió muchas piedras y se las tiró, de todas maneras no podía sacárselos de encima.
Aurea abrió la puerta de la nave, por orden de reconocimiento de su voz, entró y un chacal la agarró del vestido, de un solo golpe con la antorcha, el chacal se retiró.
Aurea, tiró las antorchas y cerró la puerta, se sentó y comenzó a llorar, encendió el piloto automático.
Llena de dolor, pena y angustia, comenzó a dejar el amor, la felicidad, que nunca se lo perdonaría a ella misma, la nave se elevó y se fue.
Cuando llegó Ostris al lugar, sólo ardían dos antorchas en el suelo, la nave no dejó rastro, los chacales con el susto se fueron.
Giséo despertó, buscó a Aurea a su lado y no estaba, buscó la cajita de luz que tampoco estaba, así como no estaba el traje hermoso, los collares ni los aros.
Había una hoja de papel junto al espejo, escrita con alheña, decía...
Querido y amado Giséo.
Si me quedo, cosas horrendas pueden suceder, todo esto está afuera de nuestra comprensión, pero recuerda que siempre te amaré, siempre.
Aurea.
La carta estaba bañada por lágrimas de Aurea. De pronto Giséo vio la luz de la nave cruzar el espacio, hasta desaparecer, no quería creer lo que había visto, era igual que aquella noche en que la nave llegó, salió corriendo en busca de Aurea, no quería creer que todo sea cierto.
Corrió y corrió hacia el lugar en que vio elevarse la nave, era como si una fuerza lo llevará allá, los chacales pronto aparecieron, y en la lejanía vio a Ostris, que venía con más antorchas de las que un hombre podía llevar, Giséo lo vio y comenzó a gritarle.
-¿Dónde está ella?
-Se ha ido, mi amo.
-¿Cómo que se ha ido?
-Sí, yo salí del palacio y la vi internarse en el desierto, traté de evitar que fuera muy lejos, pero fue inútil, corrió y los chacales la devoraron.
-¿Qué?
-Sí, sólo encontré las antorchas...
-¿Y no viste una gran luz cruzar el cielo?
-Sí mi amo, pero pensé que era producto del vino y las amapolas, usted sabe que el desierto enferma la mente.
-¡Era ella imbécil, era ella la que se fue!- Giséo rompió en llanto y se echó de rodillas al suelo, lloró, nunca un hombre había visto llorar a un faraón de rodillas frente a él, los chacales pronto volvieron, y Ostris tuvo que llevar a su amo hasta el palacio, protegerlo puesto que Giséo, lloraba y lloraba, estaba en estado de schock.
Cuando llegaron, Giséo agarró tres botellas de vino, un cuchillo, una pipa, muchas amapolas y antorchas.
-¡No me sigas!- ordenó a Ostris, y como una orden es ley, Ostris se quedó inmóvil, mientras Giséo se internó en el desierto. A pesar de que los chacales lo apresaron, Giséo llegó hasta el lugar, donde había estado la nave, algo le decía que desde ahí había partido su bella Aurea.
Colocó las antorchas en círculo, los chacales le temen al fuego, así que aullaron y aullaron muy fuerte, Giséo bebió y fumó arrodillado, y comenzó a invocar a los dioses egipcios del mal.
-¡¡Oh Nut, dios del caos, ven a mi presencia, ya que Ptah, Osiris y Ra, me han abandonado, ven y lléname de tu presencia, ahora te pertenezco!!
De pronto las arenas del desierto se convirtieron en fuego, los chacales se asustaron y se retiraron pero no dejaron de aullar.
-¡¡Oh Sekhmet, diosa maligna de Ra, ven a mi presencia, ahora soy tuyo!!- repitió Giséo y el viento comenzó a soplar muy fuerte, la noche se tiño de rojo.
Giséo fumó nuevamente, su cerebro a esas alturas, le hacía ver grandes alucinaciones, producto de la angustia por el amor perdido.
Cuando ya estaba completamente fuera de sí, invocó a Seth, el verdadero demonio del panteón egipcio.
-¡¡Oh inmenso Seth, ven y llévame contigo, te entrego mi alma, porque ya no me sirve, está llena del dolor y el odio con que tu te alimentas, ven, tómame como a un becerro, ya no tengo nada que hacer aquí, prefiero quedarme para siempre en tu infierno!!- y un gran rugido se escuchó bajo la tierra, era el demonio Seth que acudía a la presencia de Giséo.
Ostris llegó hasta los aposentos de Snefru, y le contó todo.
Partieron a rescatar a Giséo. Él veía como Seth bailaba a su alrededor, al ritmo de los aullidos de los chacales, sentía tanta angustia, que no sentía miedo, el demonio llegó hasta su presencia y le habló.
-¿Por qué me has llamado?
-Quiero entregarte mi alma.
-¿Y que tu alma, es tan barata que me la regales?
-Ya no me sirve.
-¿Por qué?
-Porque está infestada de odio y rencor.
-¿Contra quién?
-Contra una mujer que amé y me abandonó.
-¿Entonces, es por amor que me invocas?
-Sí, llévame contigo al infierno, ya no quiero vivir.
-¿Crees que es fácil entregarle tu alma al diablo?
-Si no quieres tomarme, Num o Sekhmet lo harán.
-¿Y es que el amor, vale más que el alma de un Pharaes?
-No te burles de mí.
-Veo que odias de verdad.
-¡¡Odio todo lo que soy, ya no quiero éste cuerpo, ni esta mente, ya no quiero ser hombre!!- decía Giséo y sus lágrimas transformaban la arena en fango. De pronto Seth abrió la tierra a sus pies, y le mostró los infiernos, millones de almas quemándose para siempre.
-Mira, ¿Es aquí donde quieres estar? ¿Sabes lo que tienes que hacer?
-Sí- respondió Giséo mirando las almas quemarse en los infiernos.
-¡Entonces, hazlo!- ordenó y lo miró con sus ojos rojos de ira, en el momento Giséo tomó su puñal, y se cortó la garganta, cayó muerto sobre su llanto y su sangre, su alma fue a parar sobre las llamas, los chacales celebraban, Atum y Seth celebraban, el amor había perdido.
Luego llegaron Snefru, Heteferes y Ostris.
-¡Mi hijo!- gritó Heteferes.
-¡Se ha suicidado!- exclamó Snefru, Heteferes tomó el cuerpo de Giséo, y la cabeza colgó hacia un lado, la sangre brotaba ya fría.
-¡Mi hijo, mi hijo ha muerto!- Seth se burló de ellos, se llevó a Giséo consigo y sopló todas las antorchas, pronto los tres y el cadáver, se vieron envueltos en un mar de chacales, estaban hambrientos, podían oler la sangre a mucha distancia.
Los chacales, fueron acortando el círculo alrededor, cuando llegó Djifer y Hercarta, seguidos de esclavos y siervos que ahuyentaron a los chacales.
-¡Se ha suicidado!- exclamó Djifer.
-¡Amado Giséo!- gritó Hercarta, el enojo invadió a Djifer.
-¡Esa mujer lo volvió loco, era una bruja!
-Sí, era una bruja, sólo una bruja puede saber tanto, enamorar a un Pharaes y luego dejarlo- Snefru se levantó con lágrimas en los ojos, y se contagió de la ira.
-¡Giséo, nunca debiste suicidarte, serás borrado de la historia, todas tus pertenencias serán eliminadas, tu talento llegará a manos de Cheops, espero que él, si sepa valorar el ser un Pharaes!
- Y se alejó junto a Djifer. El cuerpo de Giséo fue sepultado en una ceremonia sencilla, puesto que un pharaes que se suicida, es borrado de la historia y no merece recibir velorios ni funerales, no se celebra, ni se pide por su alma, puesto que ésta va a parar al infierno.
Con los años Snefru construyó su segunda pirámide y celebró un segundo Heb-sed. Luego de años Cheops asumió en el trono, e hizo construir su pirámide con los planos que Aurea dibujó para su hermano, era lo menos que podía hacer en honor a su querido Giséo, que lo abandonó cuando era tan pequeño, pero que le enseñó tantas cosas cuando estuvieron juntos.
Aurea llegó, la cúpula se abrió y la nave se posó en la plataforma, ella no dejaba de llorar. Solo había pasado pocas horas desde que la nave partió de Hósforo, estaba vestida y maquillada a la costumbre egipcia.
Aún estaban el profesor Angular y Ortoedro, Aurea salió de la nave, y un ataque de histeria la descontroló, tuvo que ser atendida y no habló con nadie por días.
Cuando todos creían que estaba loca, Ortoedro la fue a ver, ella le contó todo, que amaba a otro hombre y que sólo quería volver a verlo.
Ortoedro se fue, pero con el tiempo pudo superarlo. Cuando no te aman debes buscar a alguien que merezca tu amor. Luego de unos días Aurea se recuperó, presentó su informe ante el profesor Angular y solicitó un nuevo viaje. El informe fue aceptado, ante la extrañeza del profesor, todos creían que Aurea no estaba bien, ya no veía a sus amigos y se pasó el tiempo observando el sistema solar.
De pronto mientras ella trabajaba en su departamento, la videoconferencia se activó.-¡Hola querida! ¿Cómo estas?
-Regular- respondió ella, mientras se recuperaba en su departamento.
-Tu nuevo viaje al sistema solar, fue aprobado- y Aurea gritó de emoción, su rostro se iluminó y toda su tristeza se borró.
Los maestros le estaban dando otra oportunidad, tenía que viajar y buscar a Giséo.
-¡Gracias profesor!- gritó ella y luego de un momento, la imagen se extinguió.
Pasaron los días y comenzó a acercarse la fecha del nuevo viaje, sabía que lo encontraría, aunque el profesor le advirtió que mientras tanto en la Floresta, habían pasado casi cinco mil años, durante esos días que ella estuvo en Hósforo.
Ella le respondió “No importa, lo voy a encontrar de todas formas”, ésta vez solicitó no volver, pero le obligaron a hacerlo.
Aurea se sentó emocionada en la nave, que la llevaría de vuelta a su amada Floresta. Cuando llegó, estaba todo cambiado, sobrevoló una interminable ciudad, con más de veinte millones de habitantes, miles de edificios y cientos de otras ciudades como esa. Ahora, era un planeta muy diferente, el aire y los mares estaban excesivamente contaminados.
Pero su amor era más grande que todo, y nuevamente sintió esa sensación que había perdido estando en Hósforo, recordó como era sentirse feliz, cosa que muchos en éste planeta han olvidado, y aunque las ciudades estaban llenas de gentes, recordó lo que Giséo le dijo un día.
-Si nos separamos, ¿Me encontrarías?
-Te encontraría incluso en el infierno, o sobre un mar de gente- y esas palabras ahora eran lo que le daban fuerzas para buscarlo, sabía que Giséo estaba por ahí, tal vez con otra cara, tal vez con otro nombre, pero lo encontraría, estaba convencida que sí. Ahora el tiempo en La Floresta, pasaba más rápido que antes, debido a que la fuerza con que se expandía la Vía Láctea por el universo, iba en aceleración. Los rascacielos parecían los de Hósforo, pero su amor era lo único que poseía y sabía que a pesar, que ahora tenía que buscar entre seis mil millones de personas, esos ojos negros los reconocería en cualquier lugar, incluso en un mar de gente.

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