Persus Diógenes Nibaes Morrizon, Antipoeta, Cuentista, Novelista.

Thursday, January 24, 2008

La Floresta, capítulo V, "En Presencia de Ra"

La caravana real, llegó al templo. Este era una obra de arquitectura espectacular, junto a la puerta habían dos enormes estatuas de granito, una al dios de la creación Ptah, otra al dios de la reproducción Sokaris. El granito se traía desde las lejanas canteras de Assuán, a más de mil quinientos kilómetros y especializados escultores levantaban innumerables estatuas en las puertas de los templos, en el interior de éstos, en las tumbas, etc.Giséo ayudó a Aurea a descender, ante la mirada expectante de los curiosos, se pararon bajo la estatua gigante de Sokaris, quién tenía cabeza de escarabajo, desde su altura estaba observando hacia la entrada del templo, lo que produjo a Aurea una extraña sensación de ser observada. Luego llegaron el faraón y su esposa, la madre de Giséo y Cheops, bajaron lentamente y todos los presentes se inclinaron en señal de reverencia. Estos servicios se hacían, todos los medios días, era una costumbre religiosa adorar al dios Ra, representado simbólicamente en el Sol, estando en la mitad del cielo despejado. El cielo siempre estaba despejado en Egipto y Aurea, luego de éstos días ya se estaba acostumbrando al calor.Al momento, bajó Heteferes, la reina de Egipto, ella era muy hermosa, de largos cabellos negros, tenía su vida dedicada a las artes, personalmente se dedicaba al maquillaje, lo que era un arte principal, ya que todos acudían maquillados a todas partes. Giséo no acostumbraba a maquillarse mucho, solamente se delineaba los ojos con Alheña, una planta muy cotizada por sus propiedades cosméticas, los egipcios eran unos expertos naturistas, conocían una infinidad de plantas curativas, homeopáticas y narcóticas. Estas últimas tenían un especial uso en las ceremonias religiosas, puesto que muchas corrientes de pensamiento, creían que los conectaban con los mismos dioses. Heteferes acompañada de Snefru, se detuvo junto a Giséo y Aurea, Heteferes la miró a ella y dijo.-Supe que tu ayuda nos fue fundamental.-Así es madre, ella nos ayudó enormemente.-¿Y cual es tu nombre?-Mi nombre es Aurea...-Lindo nombre, me gustaría que nos veamos en la fiesta de la noche.-Ella estará ahí madre- aseguró Giséo, y Heteferes con Snefru entraron al templo, seguido por los demás. El pequeño Cheops, entró con Hercarta y se sentaron a la derecha del altar de Ra, frente a Giséo y Aurea. Snefru y Heteferes tenían un trono al lado izquierdo del altar de Ra, luego venían el resto de los familiares y autoridades. Una vez que se sentaron comenzó una música, consistía en una melodía gruesa y un pequeño bombo marcaba el ritmo, acompañado de arpas y flautas que llevaban la canción. El templo era bastante obscuro y enormemente alto. La flauta era lo más parecido a lo que hoy se conoce como una flauta traversa, el bombo era de cuero de ciervo y la enorme arpa tenía jeroglíficos esculpidos en el cedro, las cuerdas eran de tripa de cordero. Al comenzar la música, salieron seis sacerdotes espléndidamente maquillados, con túnicas enormes de color café, uno de ellos era Djifer. Uno de los sacerdotes sacó de una cajita una larga pipa de vidrio, vertió en su interior unas hojas secas de amapolas y se la entregó al faraón, otro de los sacerdotes encendió la pipa y Snefru inundó sus pulmones del humo de la planta, luego le tocó a Heteferes, ella con un movimiento elegante, aspiró el humo, luego el sacerdote convidó a Giséo, quién convidó a Aurea.-¡Esta tradición es milenaria! Aspira el humo de la amapola y siente la presencia de Ra- Aurea dejó llenar sus pulmones y su estomago por el dulce humo, luego el sacerdote convidó a los demás sacerdotes y a los presentes. Aurea comenzó a sentirse mareada, pensaba millones de cosas, ella sabía de la existencia de plantas alucinógenas y en muchos planetas probó de algunas. El templo de Ra era especialmente construido para éste tipo de ceremonias, en sus paredes estaban las estatuas de muchos dioses y en el centro había una pequeña reproducción de un escarabajo sobre un altar. Este insecto, era uno de los animales sagrados para los egipcios, que estaban a la altura de un dios, así como los gatos y los cocodrilos, las serpientes y los halcones, los escarabajos eran venerados en diferentes ceremonias.Aurea comenzó a sentirse muy extraña, su corazón latía cada vez más rápido, escuchaba como si la música estuviera demasiado fuerte. De pronto levantó la vista, todos estaban relajados observando en diferentes direcciones, sintió un gran miedo al ver los dioses, casi todo el panteón egipcio estaba en el templo. En total eran doce dioses, seis por cada lado. Estaba Num, el dios del caos y cuando Aurea vio sus ojos rojos de piedra rubí, sintió que en el instante él la iba a quemar, sus ojos parecían salirse de sus cavidades, por un momento Aurea sintió mucho miedo, las miradas de Djifer y Hercarta, la hicieron ponerse roja, lo peor era que nadie se daba cuenta. Aurea prefirió mirar a los otros dioses, junto a Num, estaba Atum, era el dios del anochecer, representado en el Sol al ocaso. Atum, tenía unos ojos azules de zafiro. Nut, que es la diosa del cielo, su estatua era una hermosa mujer desnuda, hecha en un granito de color dorado, Nut, parecía seducir a todos los presentes con sus ojos verdes de piedra esmeralda.Aurea, comenzó a sentir su sangre circular por todo su cuerpo, sentía calor y su cerebro parecía que iba a estallar, definitivamente no había sentido eso antes. Luego de que todos estaban en presencia de Ra, comenzó un cántico de alabanza. Todos repetían lo mismo.-¡Dios creador y benefactor, gracias por la vida y por el Nilo, ven a nosotros y llénanos de tu presencia!- decía una estrofa del cántico y en el momento, un rayo de Sol entró por un estrecho orificio en el techo, e inundó todo el salón ante el regocijo de los presentes. Con la luz del rayo, Aurea pudo contemplar la extraordinaria belleza del templo. Principalmente el culto a Ra, se hacía justo al medio día, cuando el Sol estaba en el centro de la cúpula astral e inundaba de luz y calor todo el país. En un momento solemne del servicio, el rayo iluminó el escarabajo de oro que tenía diamantes incrustados y los destellos de millones de rayos de colores llenaron de belleza el templo. Aurea, estaba desconcertada cuando de pronto vio como Djifer hablaba al oído con los otros sacerdotes, señalándola a ella y Hercarta enfrente, no podía quitarle los ojos de encima, su mirada transmitía tanto odio, que Aurea lo pudo sentir, los demás no se daban cuenta, pues estaban llenos de sus propios pensamientos. Por primera vez, en el planeta hermoso que ella llamó La Floresta, sintió el odio y el rencor, sentimientos humanos presentes en la vida cotidiana. Luego que el rayo se extinguió, todos salieron del templo, en la puerta había unos recipientes con jugos y todos pasaban a beber un poco para apagar la sed que el humo causaba, luego de esto, todos volvían a sus quehaceres cotidianos, después de un nutrido almuerzo, ya con la comida en el estómago, el efecto narcótico desaparecía.Todos salieron del templo, afuera poco a poco el bullicio de la ciudad comenzaba de nuevo, es que todos los egipcios luego de ir al templo, se dirigían a su casa a almorzar. La caravana los condujo de vuelta al palacio, desde la altura de la silla, Aurea miraba a los esclavos que transportaban enormes cargas a sus espaldas, los edificios de la ciudad eran de un color blanco, toda la ciudad tenía una espesa vegetación, había cantinas y bares por todas partes.Aurea preguntó a Giséo.-¿Por qué existe la esclavitud?-Porque son pueblos inferiores, que han sido capturados por las tropas del imperio y son llevados a las ciudades para trabajar...-¿Y tú, crees toda esa estupidez? ¿No crees que todos merezcan ser libres?-Sí, aveces pienso que todos deben ser libres, pero yo no puedo hacer nada.-Algún día llegarás a ser Pharaes, ¿No?-Sí, pero para eso que tu quieres, se necesita una reforma que un solo Pharaes no puede cambiar en todo su reinado...-Pero al menos, puedes dejar las bases del cambio, enséñale a tus hijos que la libertad de un hombre es lo más preciado que tiene.-¿Y cómo voy a construir mi pirámide sin esclavos?-¿Es tan necesario que construyas tu pirámide?-Veo que aun no lo entiendes.-No, si tu no me lo quieres explicar.-Bueno, te lo explicaré, pero todavía no es el momento.Mientras Aurea y Giséo hablaban, avanzaron ya hasta las afueras de la ciudad, en el lugar donde se encontraba el palacio. Este estaba junto a un tranquilo brazo del río, tenía una linda playa llena de palmas y kilómetros río arriba, tenían un fluviómetro, que les indicaba el nivel de la crecida del río.Al llegar al palacio Aurea observó el reloj de Sol gigante que tenían en el jardín, los egipcios sabían medir el tiempo en relojes, pero ya todos estaban tan acostumbrados, que era como si tuviesen un reloj biológico.Entraron al palacio y la mesa estaba servida, Aurea y Giséo comieron en el mismo comedor que los recibió la vez anterior que llegaron del desierto. El resto de la familia comía en comedores separados, en ese sentido los egipcios respetaban, que si uno tenía un invitado, lo dejaban compartir sólo con él, solamente compartían todos durante el banquete, en la noche de celebración por el comienzo de la crecida del río.Esta festividad se celebraba todos los años, era de esencial importancia la crecida del río, pues fertilizaba todos los campos, dejándolos inundados de limo, el cual era especial para el cultivo del arroz y el trigo y todas las variedades de plantas que los egipcios cultivaban, como el papiro y el loto, además de otorgarles muchos peces. El almuerzo transcurrió sin novedad y luego Aurea con Giséo se dirigieron a la construcción en Dachur, pronto los nuevos planos comenzaron a ser dibujados y el joven ingeniero Ostris, era el que más empeño ponía en aprender los conocimientos de Aurea. Posteriormente Ostris sería el encargado de construir los planos que Aurea dejaría. Lentamente llegó la noche, después de un largo día de trabajo, en el palacio todos se disponían para la fiesta.Aurea, se dio un largo baño en la tina de granito lijado, era una tina muy elegante de color negro, los egipcios conocían muchas cremas vegetales aromáticas para darse confortables baños. Dos siervas fueron puestas a disposición de Aurea para ayudarla a prepararse, luego del baño, Aurea salió y se miró en un gran espejo que se ubicaba frente a la cama, las siervas la peinaron, en el momento llegó Giséo acompañado de Heteferes.-Aurea, mi madre quiere verte- dijo antes que ingresaran. -¡Hola querida!- dijo la hermosa Heteferes.-Hola reina ¿Cómo está?-Vine a hacerte un regalo, Snefru me contó bien lo de la pirámide y quiero recompensarte con un obsequio mío...-¡Gracias, que lindo!-No, no es la cajita solamente, te voy a maquillar...-Mamá, es la mejor cosmetóloga del imperio- dijo Giséo, feliz.Heteferes entonces, maquilló a la hermosa Aurea, en la cajita negra de ébano, tenía todo un juego de cosméticos los que también le obsequió, pero el regalo más importante, era el acto de maquillarla. Se sentaron una frente a la otra, Giséo observaba la belleza de Aurea.-Te obsequio éste vestido para hoy- dijo Giséo, entregándole el traje más precioso que Aurea haya visto nunca, era un vestido de seda celeste, con bordados obscuros de oro y plata, largo y muy ajustado, era perfecto para el cuerpo de ella.-Tú todos los días me regalas trajes diferentes.-¿Te gustan?- preguntó Heteferes.-Sí, nunca había visto trajes ni vestidos tan hermosos.-Gracias, los he diseñado yo.-¿Usted?-Sí, por eso que desaparecían tantos trajes y vestidos de mi taller- dijo Heteferes riéndose y Giséo se sonrojó.-Las espero luego abajo, voy a darme un baño- dijo y se retiró.El maquillaje hacía ver a Aurea hermosa, una tenue tonalidad colorada en los pómulos, los labios de un color café rojizo, los ojos delineados con lápiz negro, las cejas bien demarcadas, todo hacía ver a Aurea preciosa.-Tienes unos ojos verdes hermosos.-Gracias, los heredé de mamá.-No es común ver en Aequpto ojos claros, ¿De dónde eres?-Soy asiria, pero mis padres son egeos- dijo Aurea recordando lo que habló con Snefru.-Una vez estuve en Nínive, fuimos invitados por el Gobernador- dijo Heteferes, mirándola seriamente.-Sí, ¿Y le gustó?-No, no me gustó mucho, Menfis es más hermosa, pero me gustó el templo que tienen en el centro, ¿Cómo se llama?- preguntó, y Aurea no pudo decir nada, su nerviosismo se dejó notar.-No recuerdo...-Tranquila, sé que no eres asiria ni tampoco egea, no puedo cuestionarte después de lo que hiciste por nosotros, de mí siempre tendrás apoyo, sea de donde hayas venido y veo que de Snefru y especialmente de Giséo, pero déjame decirte que debes tener cuidado, supe que Djifer se retiró enojado de la reunión y el puede ser un gran enemigo.-No quise dar problemas, sólo quise ayudar...-Y lo hiciste, pero ellos no lo ven así.-¿Ellos?-Sí, Djifer es el padre de Hercata, la prometida de Giséo.-¿Y están celosos de mí?-¿No deberían estarlo? Si él te invitó y te protege, es por algo ¿No?-Pero sólo somos amigos.-Pero he visto como se miran.-Le juro que nunca ha pasado nada.-Te creo, pero Giséo debe casarse con Hercarta, solamente cuando sea el Pharaes, podrá anular su matrimonio y quedarse con quién quiera y para eso tiene que pasar mucho tiempo aun, ya que para que Giséo sea Pharaes, Snefru y yo debemos estar muertos- dijo la bella reina mientras terminaba de maquillarla.-¿Muertos?-Sí, ¿Qué acaso no conoces las leyes de los Pharaes?-No mucho, disculpe.-Quisiera ver en vida que mi hijo sea feliz contigo, él nunca ha querido mucho a Hercarta, pero desde que eran pequeños, estaban destinados.-Sí, algo me contó Giséo, pero quiero que usted sepa que no es mi intención reemplazarla. -Sea como sea, me gustaría que mi hijo sea feliz y si él te pide que algún día seas su esposa, deberás aceptar- Aurea bajó la cabeza tristemente, en su interior sabía que más de sesenta días solares no podía quedarse, que si lo hacia rompería con las reglas de su misión y eso era algo que ella no podía hacer, de cualquier forma la encontrarían y la castigarían, era mejor hacer las cosas bien...-Gracias.-Bueno, ahora vístanla y pónganle estos aros y estos collares, son un regalo de Snefru- y sacó de otra cajita unas joyas de oro macizo con esmeraldas.-¡Pero esto es bellísimo!-Hoy será tu primera fiesta del río, debes estar acorde con la ocasión- dijo Heteferes y se fue. Las siervas la terminaron de ayudar a vestirse y luego se retiraron. Aurea se contempló al espejo, se veía bella, se sentó en la cama y sacó su cajita de luz desde el velador. La cajita del tamaño de una de fósforos, estaba hecha de energía iónica y tenía la capacidad de almacenar hasta treinta kilos de materia, en ella, tenía una pulsera del equilibrio, que Ortoedro le regaló una vez, pero ahora contempló la rosa en la cápsula, que le regalaron los simios, la primera vez que visitó La Floresta. Entre sus manos la observó, era perfecta, gracias a la cápsula nunca se destruiría, además tenía una joya que había recibido de regalo en otra de sus misiones.Se levantó y se dirigió hacia la ventana, vio como los esclavos descansaban en las barracas y los primeros bloques con la nueva angulación descansaban para siempre, en la pirámide que después sería conocida como “La Pirámide Romboidal de Dachur". -¿Puedo entrar?- Aurea guardó la rosa en la cajita de luz, que también guardó.-¡Entra!- Giséo al ver los ojos de Áurea con delineador más allá de las pestañas, la hacía ver como una verdadera reina egipcia.-¡Estás hermosa!- dijo mientras trataba de salir de su asombro, una vez la había admirado en el río, luego en un traje de suyo, pero en éste vestido se veía demasiado hermosa. -Gracias, tú también te ves bien.Giséo llevaba puesto un traje plomo con cola y una corona de diamantes, con un cocodrilo de ojos rojos. Bajaron juntos y llegaron al salón principal, donde se daba un gran banquete, había gente de todas partes del reino, gobernadores y hasta reyes de otros países, muchos invitados, mucha comida, cerveza y vino.

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